Tina, la maniquí
- Estefanía Llausás Corona
- 1 jun 2016
- 8 Min. de lectura
En esta ocasión, les comparto una historia que escribí hace tiempo, acerca de la vida de un maniquí. Tina, nos explica como percibe al mundo desde el lugar en donde se encuentra, así como su punto de vista.
¡Espero les guste!
Tina, la maniquí
Que frío tengo… ¿Qué no habrá alguien que pueda hacer algo al respecto? Bueno, creo que soy la más friolenta de este lugar y a nadie parece molestarle la temperatura tanto como a mí. – Te vas a ver divina Tina con este nuevo atuendo de la temporada Primavera-Verano – comentó Matilde mientras apretaba más esa falda de mezclilla que se ajustaba a mi cintura. Sí es que sobrevivo a este tormentoso frío, pensé. ¿Por qué debo de ser yo la que use la nueva tendencia? ¿Qué no se dan cuenta que muero de frío?. – Deja de quejarte Tina, que no daría por usar esa hermosa falda –Exclamó Cris con esa voz que desprendía envidia – Casi olvidaba que no tenía privacidad y puedes escuchar todo lo que pienso – Le respondí a Cris de forma irónica – No creas que me encanta hacerlo, simplemente no tengo otra opción y tus pensamientos son más divertidos que los de los demás – Me contestó con una voz de pocos amigos.
Qué difícil es ser un maniquí en una gran ciudad, extraño tanto la bodega donde me pulieron y armaron mis piezas, en ese lugar las personas eran más amigables y por supuesto, no hacía tanto frió. En aquél tiempo, el carpintero que se dedica a la elaboración de maniquíes, les comentó emocionado a sus empleados sobre la entrega que iba directo a una de las tiendas más prestigiadas de la ciudad, llamada la Gran Plaza. Afortunada o desafortunadamente, yo iba en ese paquete.
Quizás he estado exagerando, no todo es tan malo en este lugar, Matilde me estima y fue la que nos puso un nombre a mí y a Cris, creo que decidió dividir la palabra Cristina por que le gustaba mucho. Matilde es de mis humanos favoritos; sin embargo, siento mucha pena por ella, no estoy segura de que ame lo que hace. He escuchado en su mente que gran parte de su juventud soñó con ser una diseñadora de alta costura, es por eso que le gusta tanto vestirnos, pero debido a su historia de vida no tuvo la oportunidad de ejercer su profesión y es así como pasa sus días atendiendo a clientes malhumorados que muchas veces no le dan el trato que se merece. Por mi parte, creo que esos clientes deben de estar muy agradecidos de que no pueda moverme, ya que no puedo hacer mucho al respecto por defenderla, más que desear que no encuentren la prenda de su talla.
Aunque, no puedo sentir tanta pena por Matilde, debido a que no me encanta la idea de ser un maniquí. No obstante, al final del día esto es lo que me tocó ser y dentro de lo que cabe he hecho lo que puedo para disfrutarlo. Es por eso que todos en la tienda dicen que tengo las mejores poses; además, procuro dar mi mejor esfuerzo para atraer a muchos clientes.
Existe una cliente en particular que tiene una fijación con todas las prendas que me colocan, podría llegar a pensar que solo duerme, come, respira y compra ropa; bueno, ni siquiera estoy segura si se alimenta de manera correcta, ya que gran parte de lo que escucho de sus pensamientos es que siempre tiene hambre, debido a esas dietas estrictas “que tiene que seguir”. Allá viene otra vez, está entrando a la tienda con sus ojos radiantes, viendo los letreros de descuentos… Sabía que no debía de tardar. Visita la tienda mínimamente dos veces por semana, todas las empleadas la conocen y claramente le dan un trato especial, es la diosa de las compras, usa su tarjeta de crédito como si estuviese jugando Monopoly. Becky, como le dice Matilde, se acercó a mí al escuchar que había llegado la nueva tendencia Primavera-Verano. – ¡Que hermosa falda! Se me verá linda con la blusa que acabó de comprar - Exclamó emocionadísima – No puedo esperar a usarla este fin de semana con mis amigos en el yate-. Por supuesto esto lo decía en voz alta para que todos pudieran escucharla, es como si quisiera llamar la atención de quien fuera que se encontrará a su alrededor y demostrar algo que obviamente no es, debido a que en su interior puedo ver ese terrible miedo que tiene a todas las deudas acumuladas de sus tarjetas a causa de compras compulsivas e innecesarias. No cabe duda que en esta ciudad la gran mayoría de las personas hacen todo su esfuerzo para encajar en un estereotipo, incluso perder su dignidad con tal de ser aceptadas. No solo la dignidad, sino su patrimonio también, dejando por un lado lo más importante.
Cuando todo está en calma en la tienda y finalmente consigo que ninguna clienta este jaloneando mis vestuarios, me gusta apreciar por las vitrinas el mundo exterior. No cabe duda de que es una jungla, que difícil debe de ser lidiar con todos los problemas de los humanos. Cada persona que escucho tiene su propia historia, sus propias heridas. He llegado a la conclusión de que todos están rotos de alguna parte y llevan sus cicatrices como arma a todos lados. Sin embargo, no les gusta mostrarlas a todo el mundo, ya que lo consideran un signo de debilidad. Lo cual me parece absurdo, es como tener unos ojos llenos de luz y esconderlos atrás de unas gafas de sol. Están tan perdidos con la idea de darle a cada quien el trato que según su criterio merecen, que han perdido su esencia y lo que los hacía ser realmente especiales.
Ahí está otra vez el joven apuesto, quien cada fin de semana tiene una invitada diferente. Su historia es compleja, al parecer nunca se sintió amado ni aceptado en su familia. Él tiene un gran vacío paterno, así como falta de autoestima enorme. Su problema es que lo disimula muy bien, tan bien que consigue que todas las mujeres que pasea se desvivan por él. Muchas son muy ingenuas y ni siquiera pensarían en la posibilidad de que pudiera estarlas engañando… Siento mucha pena por esa situación. En cambio, otras saben perfectamente que no son las únicas en su lista; sin embargo, están dispuestas a ocupar ese espacio en su vida con tal de permanecer a su lado. Esa clase de situaciones me hace desmotivarme, darme cuenta que las personas no son conscientes de su valor y aceptan el trato que creen merecer. En cuanto al chico, no hay mucho que decir, para mí una historia difícil del pasado jamás será un pretexto para herir a alguien más, lo considero hasta cobarde. Cada quien decide cómo afrontar sus problemas, y si crees no poder solo, debes pedir ayuda, pero no vas por ahí haciendo más grande el problema solo porque no quieres atacarlo de raíz.
-Me encantaría poder usar una prenda como esa algún día- Exclamó en voz baja una joven que interrumpió mis pensamientos. – Si tan solo pudiera verme como este maniquí, sería tan feliz, quizás no tendría ningún problema y nadie me molestaría por mi apariencia – Concluyó y bajo sus ojos hasta el suelo. No sé qué es lo que estoy sintiendo, todo lo que dijo es tan puro y verdadero que se revolvió algo dentro de mí. ¿Qué debo hacer? ¿Cómo puedo consolarla? Si sé perfectamente que según los anuncios publicitarios que veo a través de la vitrina, donde aparecen mujeres con atuendos y maquillaje especial para la ocasión, ella no encaja precisamente en el perfil.
Pero… ¿Quién dice que eso es belleza? Digo, yo soy un molde y la mayoría de las mujeres desean mi cintura, cuando ni siquiera saben que me tallaron hasta conseguir esta anatomía poco común. En verdad es rarísimo ver a alguien con este cuerpo por aquí y lo peor es que las que lo tienen se quejan por ser demasiado delgadas. Me toca escuchar demasiadas quejas al día acerca de las apariencias de sus cuerpos, el punto es que nadie está conforme.
-Pero quieres seguir comiendo ¿no?, de nada te sirven esas lagrimas sino planeas hacer algo al respecto, deja de ver eso y dedícate a buscar algo de tu talla que no tenemos mucho tiempo- le hablo en un tono cruel su madre. Ella simplemente se secó las lágrimas que corrían por sus mejillas y retrocedió, fue a buscar al departamento de tallas grandes algo para el evento que tenía. Yo sabía que nada de ese lugar le gustaba, no se sentía identificada con ninguna de esas prendas. En su mente lo único que pensaba era en lo molesto que sería escuchar a sus amigas hablar durante la cena la importancia de no comer carbohidratos a esa hora y como es que el vestido les queda algo ajustado debido al chocolate que comieron el día anterior. Cuando todo eso suceda ella estará muy incómoda deseando no haber asistido al evento.
- ¡Auch! Con más cuidado – Exclamé, aunque nadie parece escucharme. De pronto llegaron dos hombres de apariencia robusta y me levantaron de una forma realmente busca – ¿Qué no se dan cuenta que me están lastimando? – Lo intenté de nuevo, pero era inútil. No entiendo que está pasando, me están moviendo de lugar ¿Y mi vitrina? ¿Ya no veré los anuncios nunca más? ¿Qué pasará con el chico? ¿A quién llevará el próximo fin de semana? Creo que no están entendiendo que ya me había acostumbrado a estar ahí… ¿Qué pasará si en el otro lugar me da más frio? Me molesta demasiado que quiera hablar con ellos y sea en vano debido a que no me pueden escuchar, pero bueno con los humanos es peor, dicen que se comunican; no obstante, cada uno entiende lo que quiere.
-¡Tina! Tuvimos que cambiarte de lugar, esa falda está siendo la sensación en la tienda y el supervisor desea que las personas que están afuera de la plaza te vean– Me explicó Matilde mientras arreglaba mi peluca. Todo ya tiene sentido, al final de cuentas soy un maniquí y me mueven a su antojo. Es curioso que tenga casi el mismo aspecto que un humano, pero no se dan cuenta que tenemos esa gran diferencia, ellos son libres y yo no. Ellos pueden moverse, cambiar, reinventarse… Y yo no, pero tal parece que a algunos les gusta sentirse maniquíes.
Después de todo, este nuevo lugar no parece ser tan malo, digo, no tengo mis anuncios publicitarios y a toda esa gente que ya ubicaba, pero veo algo más. Veo los rayos del sol, el movimiento de los árboles al ritmo del viento y a los pájaros posarse encima de ellos. En el horizonte, puedo ver unas montañas que combinan con las nubes, se ven preciosas. En el parque unos niños están jugando y riendo con sus padres ¡Cuánta belleza!. Pensar que me daba miedo moverme de lugar y al hacerlo literalmente no tuve otra opción; sin embargo, los cambios siempre son favorables dependiendo de la perspectiva en que lo veas. Hablando de perspectivas… Me doy cuenta que el mundo de los humanos es mejor de lo pensaba, tienen cosas muy hermosas, lo que pasa es que simplemente estaba prestando atención a ciertas conductas que adoptan de su estilo de vida que llevan.
Tal vez, ellos también deberían decidir moverse de lugar, me da la impresión de que solo quieren elegir un punto de su paisaje, ignorando el resto de las opciones. Hoy no fue un día igual a los demás, aprendí que a pesar de estar en la misma tienda, tuve la oportunidad de cambiar mi dirección y ver desde otra perspectiva el mundo de los humanos. Mientras ellos deciden hacer ese ajuste, yo disfrutaré todo el tiempo que tenga aquí y apreciaré ese hermoso paisaje. El día en el que el supervisor decida que debo estar presente en otro sitio, tendré recuerdos suficientes para llevarlos dentro de mí. Hoy fui más humana y menos maniquí.
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